Es
muy común escuchar ciertos vocablos de nuestra lengua usados en los
ambientes más coloquiales, donde nos dejamos llevar por la confianza
que tenemos a nuestros interlocutores.
Entre
estos vocablos podemos encontrar “mira que eres judío” haciendo
referencia a un acto de querer estafar o dar mal el cambio cuando se
hace una compra; “usurero”, haciendo también referencia a una
mala imagen preconcebida acerca de los judíos. A pesar de eso, no
solamente tenemos esos prejuicios en forma de palabra dentro de
nuestra psique, sino que tenemos además, cierta visión sobre dicho
pueblo. Una de esas imágenes corresponde a los dibujos animados
cuando dibujan a un judío con su respectivo vestuario o bien con una
nariz aguileña, morenos y con ciertos gestos.
Si
hacemos un salto hacia atrás en el tiempo, podemos ver que pocas
cosas han cambiado. Y como un cuento, empezaremos a desmenuzar el
porqué del antisemitismo y el desconocimiento de la cultura hebrea
que hay en España.
En
primer lugar, a lo largo de toda la edad media española late un
sentimiento antisemita que da comienzo a las persecuciones dentro de
las aljamas. El origen del sentimiento antisemita tiene una doble
motivación: económica y religiosa. Se acusaba a los judíos de
practicar la usura y de ser el pueblo deicida, es decir, de haber
matado a la encarnación de Dios Jesucristo.
En
cuanto a sus creencias religiosas, se les acusaba de terquedad por no
haberse convertido a la verdadera fe.
Tiempo
después, entre los años 1370 y 1391 hubieron disturbios en
Mallorca, Gerona, Perpiñán y Barcelona. Uno de estos hechos se
produjo en Sevilla cuando Ferrand Martínez comenzó a predicar
contra los judíos. Sus sermones atizaron el fuego del odio popular.
Las sinagogas y el barrio judío quedaron destruidos.
No
obstante, fue a principios del siglo XV que surge en Valencia la
figura del fraile dominico Vicente Ferrer, quien con sus sermones
contra los hebreos provocó nuevas reacciones de odio popular. En sus
viajes de predicador consagró muchas sinagogas como iglesias
cristianas y realizó numerosas conversiones.
En segundo lugar, hay que considerar
que en esos tiempos había una crisis económica causada por la
carestía de alimentos y las diversas guerras entre los nobles y
reyes de los distintos territorios de la península y por lo tanto,
se acusaba a los judíos de dichos males como cabezas de turco.
Por ende, hay que tener claro que
debemos fragmentar varias de las causas que definitivamente dan lugar
al antisemitismo que había en los reinos cristianos respecto al
pueblo hebreo. He aquí la lectura de las siguientes:
LOS
CONVERSOS, LOS MARRANOS Y LOS CRISTIANOS NUEVOS
Una de tantas consecuencias que tuvo
el antisemitismo en este país fue el hecho de las conversiones, la
mayoría de ellas forzosas y bajo el símbolo de la cruz. Todo ello
se debe a que su existencia fue uno de los problemas más graves
entre los siglos XIV y XVIII.
Los conversos eran más odiados por
los propios cristianos que los propios judíos. Se les acusaba de
convertirse por conveniencia, de permanecer fieles a su fe mosaica y
de actuar con prepotencia que antes al estar protegidos por un nombre
cristiano. Para los cristianos todo converso era sospechoso de
judaizar. La mayor parte de ellos se convertían para ponerse a salvo
de los motines y la violencia de los cristianos. En cambio, aquellos
que pertenecían a la corte lo hacían para conservar su posición
social y sus puestos en la administración.
Es evidente, que después de estos
razonamientos, para los judíos existiesen dos clases de conversos:
los Anusim y los Mesumad. Los primeros eran aquellos que se habían
convertido a la fuerza y que seguían actuando de corazón como
verdaderos judíos. Los segundos eran aquellos que se convirtieron de
manera voluntaria y sincera.
A los mesumad se les negaba el trato
y se les temía por su colaboración en la persecución de los anusim
y de los judíos. Cabe decir una gran parte de los conversos
pertenecían a los falsos conversos y a los anusim para los judíos.
En la vida privada actuaban como fieles judíos ya que eran fáciles
de reconocer porque continuaban ejerciendo los mismos oficios y sus
formas de vida no habían cambiado.
LOS
REYES CATÓLICOS Y LA INQUISICIÓN ESPAÑOLA
Al subir al trono los reyes
católicos empieza un periodo importante de la historia de España.
Una vez instalados en el poder, inician la tarea de reorganizar el
reino en todos los ámbitos.
El problema principal al cual
tuvieron que enfrentar fue la cuestión judía y, sobre todo, la de
los conversos.
Su actitud no obedecía a posturas
personales, sino que estuvo motivada por la necesidad de encontrar
soluciones a un problema político. Los disturbios y los conflictos
entre cristianos nuevos y viejos eran continuos.
Todo y que había conflictos, se
mostraban tolerantes con los judíos; respetaron su presencia aunque
bajo control.
Sin embargo, pronto se impuso la
opinión de que la solución del problema de los conversos
judaizantes tenía que ir acompañada de la expulsión de los judíos.
Los reyes católicos hicieron eco de
las sucesivas peticiones sobre la creación de un tribunal de
inquisición especial para los conversos. Tras una serie de
negociaciones con el pontífice sixto IV, obtuvieron en 1478, la
autorización para crear la inquisición en Castilla, que debía
servir para fortalecer el catolicismo y combatir la herejía.
Este nuevo tribunal se fue
estableciendo en las principales ciudades del reino y no tenía
relación alguna con los antiguos tribunales inquisitoriales
medievales (dependencia del papa y los estados pontificios). Éstos
últimos fueron puestos bajo autoridad de la corona y adaptados en
todo a la nueva inquisición.
Así quedó constituida la nueva
jurisdicción que habría de imponer un régimen de terror sobre toda
la población conversa. El acusado no sabía ni quien le acusaba ni
de que se le acusaba; los interrogatorios se practicaban bajo
tortura; y la confiscación de los bienes y las multas eran
frecuentes.
Las condenas variaban según la
importancia del delito y la actitud del acusado. Si se arrepentían
había penas menores, como la de llevar el hábito llamado sanbenito.
En caso de mantenerse en su fe, el acusado era condenado a morir en
la hoguera.
La inquisición fue especialmente
dura con los conversos más humildes. La tolerancia política
respecto a la existencia de comunidades judías en España terminó
por desaparecer dentro de este ambiente.
Terminada la conquista del reino de
Granada, el 31 de marzo de 1492 se promulgó el decreto de expulsión,
aunque no se hizo público hasta el mes de mayo. Los judíos tenían
que abandonar el país en el plazo de tres meses, llevando consigo a
sus familias y criados. Podían vender sus bienes, pero les estaba
prohibido sacar del país joyas o piedras preciosas.
A fines del mes de mayo comenzó el
éxodo de los judíos españoles, que transcurrió por regla general
de modo tranquilo y ordenado. Las sinagogas, los cementerios, las
escuelas y el resto de sus bienes públicos fueron confiscados y
declarados propiedad del tesoro real.
El decreto de expulsión estuvo
acompañado por una serie de campañas de predicación llevadas a
cabo por frailes.
La expulsión de los judíos fue un
acontecimiento sin igual en toda la historia medieval española, y
tuvo más renombre que las expulsiones de Francia o Inglaterra.
Si hablamos de demografía, la
población judía española era muy importante, tanto por su número
como por su grado de participación en la vida social y en la
economía de los reinos cristianos. El único Estado que les recibió
con los brazos abiertos fue el imperio turco (otomano), que a la
sazón se encontraba en pleno apogeo social, político y económico.
También por motivos religiosos ya que entre el cristianismo y el
islam existe una animadversión.
En julio de 1492 terminó el éxodo
con la salida del último judío de España.
Para concluir el artículo, hace
falta hacernos unas cuantas preguntas. ¿qué habría pasado si no
hubiese habido tal expulsión?. ¿El antisemitismo es una ideología
o más bien un modo de comportamiento?.
Las respuestas que puedo dar después
de un largo tiempo de reflexión son las siguientes: en el caso que
no hubiera habido expulsión y por lo tanto no hubiese habido
discursos judeofóbicos, quizá nos ubicaríamos en el único país
de Europa donde conviven tres religiones monoteístas, con un gran
número de creyentes y dos de ellas provenientes de la misma matriz
por largos siglos.
Otra reflexión utópica podría ser
la de una nueva España, más moderna, donde sus habitantes adorarían
más el obtener conocimiento y sobre todo, estaríamos en un país
mucho más avanzado.
La prueba de ello la encontramos en
el moderno Estado de Israel.
Fuente: López, Ibor, M: Los judíos en España. ed Anaya, Madrid, 1990